sábado, 28 de abril de 2012

Capítulo 6: Malfoy (Si es que alguna...).


En el capítulo anterior...
<<-Un placer estar nuevamente en tu mente, Hermione -dijo el sombrero seleccionador amablemente-, has cambiado mucho durante estos años, lo noto, has oscurecido tu alma... Bien, ya tengo una decisión-. Y antes siquiera de que la directora retirada el sombrero de su cabeza, este hablo con su voz grave y fuerte a todos los alumnos-: ¡Ravenclaw y Hufflepuff! ¡Gryffindor y Slytherin!>>

Capítulo 6: Malfoy.

El gran comedor estalló en sentimientos encontrados, las mesas que correspondían a Ravenclaw y Hufflepuff celebraban aplaudiendo y vitoreando, se acercaban entre ellos y reían ante la reacción de las otras dos mesas, las cuales habían saltado indignados, con el hacha de guerra en mano clamando por otro resultado, pero nada fue comparable a la reacción de los prefectos de Slytherin y Gryffindor.
-¡Jamás! ¡Nunca voy a compartir nada con esta sangre sucia!- gritó el joven de Slytherin, destilando veneno y haciendo que si bien en su casa nadie lo conociera, todos le aceptaran con orgullo.
-No, no, no, no, no, no, debe haber un error- gimió angustiada Hermione, caminando por la tarima y mirando desesperada al sombrero, para luego re- emprender la marcha y agarrarse el rostro casi al borde del llanto, aquello se llamaba ser gafe.
-¡SILENCIO!- Rugió la directora McGonagall-, la decisión está tomada, hoy mismo comenzará la competición, mientras antes lo asuman, antes podrán ponerse manos a la obra, ahora, que comience el banquete- culminó empujando a los prefectos hacía sus mesas mientras estas se llenaban de comida.

El día siguiente fue comparable a cuando vas a una fiesta y llegas a tu casa cuando comienza a amanecer tras haber vomitado en los geranios de la vecina, era comparable a la peor de las resacas y desde luego era provocador de nauseas y dolores de cabeza. Sólo pensar en aunar fuerzas con Slytherin era asqueroso e igualmente parecía sacado del género de la ciencia ficción, porque las serpientes no saben lo que es apoyarse mutuamente, solo saben rectar hasta ti, morderte y dejar que te mueras mientras ellas se deslizan hasta el premio, son así y no está en su naturaleza cambiar. Pero lo que más jaqueca le daba a Hermione eran las palabras del sombrero seleccionador... ¿De verdad se había malogrado con los años?
Aquel pensamiento era perturbador, tanto que apenas pudo evitar tropezar con el escalón mientras subía al despacho de McGonagall, sabía que la caída sería larga y dolorosa, cerró los ojos y aguardó, pero en vez de chocar contra el frío y duro suelo, topó con algo ligeramente endurecido, cálido y que olía increíblemente bien, le recordaba al olor de la lluvia cuando caía sobre la hierba y las hojas de los árboles en un día de tormenta, con un cielo tan gris como los ojos que la miraban.
Pegó un brinco y calló de milagro de pie al saltar de esos fuertes brazos, los brazos de un joven que la miraba divertido, con cierto toque macabro... Pero no hablaron, ella solo subió corriendo los escalones restantes, abrió la puerta como si le fuera la vida en ello y miró con cierta súplica a la directora, la cual aguardaba junto a los otros dos prefectos, los cuales habían llegado notablemente pronto. Sin más avanzó y tomó asiento junto a Tina, esperando a un rubio que llegó con su corta cabellera morena y sus ojos azules, dejándola tan alucinada como siempre, porque era difícil ver un chico tan distinto con los mismos gestos y miradas de Malfoy, porque en esencia, seguía siendo él.
-Buenos días a ambos. Les he reunido hoy temprano para aclarar sus últimas dudas y darles los horarios, los cuales deberán repartir entre sus compañeros. Como recordarán- prosiguió la directora posando su mirada felina de uno a otro-, las casas hermanadas compartirán horario- entonces, por un toque de varita, un par de horarios apareció en las manos de cada prefecto-, tienen dos copias de cada, duplicarlos les será sencillo ¿No?- su voz dejaba claro que no necesitaba respuesta-. ¿Alguna duda?
-Directora, quisiera saber que es esa clase que tenemos los domingos...- dijo espantado el prefecto de Ravenclaw, Alex.
-Ah, se me olvidó comentarles, como sabrán el ministerio a aprobado una nueva asignatura, Lengua y Literatura mágicas, obviamente los alumnos que jamás habéis cursado dicha asignatura y que aún no tenéis vuestro ÉXTASIS deberéis recuperar esos años de clase... teniendo en cuenta que es una asignatura obligatoria a partir de cuarto año... solo deberéis recuperar dos años y eso deberá ser los domingos por la mañana, de diez a doce. Sé que no es plato de buen gusto, pero puedo asegurarles que es una asignatura llevadera. Bien...- comentó la directora como si estuviera poniendo fin a la reunión, hasta que recordó algo-. Se me olvidaba, con motivo del baile de Navidad les recuerdo el hermanamiento de casas y que será obligatorio- dijo poniendo cierto énfasis en la última palabra- que ustedes, señorita King, señor Hill; señor Malfoy, señorita Granger, sean parejas. También he de decirles que este año serán ustedes los encargados de impartir las clases de baile a los alumnos de sus casas, y que además este año habrá un concurso de baile y los mejores bailarines ganarán puntos para sus casas... Recuerden que las primeras horas de baile serán de etiqueta estricta, a cierta horas se les dará más libertad... ¿Entendido? Bien, pueden marcharse.
Todos salieron algo aturdidos del despacho de la directora, aunque aún debían debatir algunos temas esperarían a la hora de después de la cena, dirigiéndose ahora hacía el gran comedor para repartir los horarios de sus compañeros, pero eso no hizo que la bilis de la garganta de Hermione desapareciera, pasar tanto tiempo en compañía de un ser como Malfoy ponía a prueba su cordura, ese chico que ahora parecía maduro y experimentado sacaba lo peor de ella, un odio y un rencor inimaginables, rechazo hacia ella y todo lo que creía y pensaba pero por encima de todo, un dolor horrible que parecía desgarrarle las entrañas y dejarla rota de dolor en el suelo, como hacía unos meses... En el suelo de la mansión Malfoy.
No entendía por qué, pero todo lo que llevaba aquel apellido la perturbaba de una manera inimaginable, como si esa palabra pudiera dañarle los oídos, derretirle el cerebro y quemarle la piel. Era una maldita maldición, no solo debía ayudarle aun yendo en contra de sus principios anti mortifagos, si no que ahora debía compartir casi el setenta y cinco por cierto de su vida con él y en ese cien total entraban horas de sueño y otras necesidades... Lo que dejaba un odioso porcentaje de horas llenas de un falso moreno de ojos azules y verdes, aveces sentía ganas de realizar mal la poción a propósito y dejar que muriera envenenado... Podría decir que fue un despiste, nadie la culparía por cometer un error con una poción tan sumamente complicada, bueno, si había alguien que la culparía, ella misma, seguramente sería motivo suficiente para fustigarse durante el resto de su vida, porque por más que le odiara, por más que deseara tenerlo bien lejos de ella, una parte de su ser comprendía más allá de todo hecho lógico o comprensible que aquel muchacho estaba ligado a ella aun en contra de sus deseos... Suspiró, aquel sería un curso muy largo.

En el próximo capítulo...
<<Pero no quería hacer nada de eso, prefería disfrutar levemente como el dolor la entumecía junto con el frío de la noche, prefería que fueran gotas de sangre y no lágrimas las que ensuciaban el suelo de piedra... No era elegir, era preferir.>>

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