lunes, 23 de abril de 2012

Capítulo 2: Tormento (Si es que alguna...).

En el capítulo anterior...
<<-Alex- murmuró la castaña tras tragar una grajea de sabor a moho.
-¿Si, Hermione?
-Necesitaría que le dieras un mensaje a Malfoy- dijo evitando mirar los ojos de sus compañeros, sabiendo que ambos sentían un desprecio considerable por el mencionado.
-No necesitas que nadie me dé ningún mensaje, dímelo a mi en persona, Granger.>>

Capítulo 2: Tormento.

-¿Es que acaso no quieres saber qué lleva o qué efectos tiene?- preguntó con cierto enojo la castaña, aunque era más con ella que con él, por esperar que alguien como Draco Malfoy sintiera curiosidad o gratitud por ella.
-¿Qué más da?- dijo llanamente él y tras meter el frasco en su bolsillo, se giró volviendo a quedarse medio suspendido en el aire, a apenas unos centímetros de caer al vacío.
-Puede que aunque la tomes debas poner voces diferentes, no sé si quedó lo suficientemente bien como para poder cambiarte la voz por si sola. Recuerda que el aspecto que te dará es aleatorio, si te vuelves aun más feo de lo que eres no quiero reclamos- dijo la joven con un suspiro, sabiendo que aquel último comentario había arrancado una sonrisa traviesa en el rostro de Draco-. Aunque bueno, si te vuelves un troll llámame, puede ser un efecto secundario, de igual forma puedes perder el control de tu varita y sufrir temblores y convulsiones, así que lo mejor será que mañana la tomes de prueba y ver que resultados tiene, te espero junto al lago a las cinco, allí veremos que tal vas-. Y sin perder más tiempo o esperar una respuesta comenzó a descender las escaleras, porque sabía que aunque esperara horas allí de pie, el no se dignaría a contestar.

La noche pasó en silencio, solo el ruido de algún que otro despistado grillo irrumpía en la habitación de las prefecto, dónde una joven de cabellos oscuros observaba bajo la luz de la ventana su antebrazo derecho, no tuvo que pensar mucho antes de tomar la cuchilla con rabia y clavarla en su piel como llevaba meses haciendo. Pero el resultado no varió. Ante su mudo espanto aquellas palabras aun eran horriblemente legibles entre la sangre y los jirones de piel. Y en su mente aquellas palabras resonaban, tomando la voz de muchos de aquellos que las habían utilizado con ella. Sangre sucia, sangre sucia, sangre sucia, sangre sucia. Cerró los ojos con fuerza. Sangre sucia, sangre sucia, sangre sucia. Apretó con fuerza los puños, la cuchilla se clavó en la palma de su mano, no dejó de apretar. Sangre sucia, sangre sucia, sangre sucia. Su respiración sonaba estridente, le faltaba el aire y gimoteaba en busca del preciado oxigeno que sus pulmones exigían. Sangre sucia, sangre sucia, sangre sucia, sangre sucia. Unas lágrimas lamieron sus mejillas. Sangre sucia, sangre sucia. Todo daba vueltas, su cabeza retumbaba ante esas palabras cargadas de odio y asco, los oídos le pitaban, sentía la sangre resbalar por su antebrazo y su mano. ¡Sangre sucia! Y corrió, corrió todo lo que le dieron las piernas y más, sin rumbo, sin motivo ni razón, solo corría, solo lanzaba sus piernas una tras otra, solo sentía la leve brisa en el rostro, bajaba los escalones, pero por más que se alejara esa voz retumbaba en su mente y se clavaba en el alma como puñales. Su antebrazo ardía, era parte de la maldición que Bellatrix había usado con ella, una maldición que atormentaría su alma siempre, una marca que jamás desaparecería y que haría que su mente se atormentara. Dolía el alma recordar aquella noche, recordar los días después, recordar la guerra y la muerte, recordar la angustia, el miedo, el vacío y la soledad por la pérdida.
Se detuvo en lo alto de la torre de astronomía y lloró, lloró como hacía días no lo hacía, solo mirando el cielo estrellado, mirando fijamente una estrella que brillaba con fuerza, una estrella que jamás pensó la marcaría tanto.

Después de su huida nocturna y su ataque de ansiedad, una vez la calma llegó a ella como pequeñas olas a la orilla del mar, decidió esperar a una hora prudente antes de entrar en su dormitorio, descalza, en pijama y con manchas de sangre y lágrimas. Como imaginaba, a las diez de la mañana aquel día no había ni un alma en la sala común, pero eso no la hizo sentirse más tranquila hasta que estaba metida dentro de la bañera eliminando cualquier rastro de sangre después de haber lavado las sábanas y el pijama. Seguramente Tina las había visto, pero hubiese imaginado que simplemente era una chica lo suficientemente despistada para no controlar su ciclo. Eso era un consuelo, aún no había visto a sus amigos y nadie, excepto ella misma conocía de sus pesadillas y posteriores ataques de histeria, en los que con un único propósito arremetía contra ella misma, solo en busca de la desaparición de aquella maldita cicatriz.
Todo había cambiado tanto desde hacía un año. A aquellas alturas ella y sus dos mejores amigos, Ron y Harry habían salido en busca de los horrocruxes, por aquella misión fueron capturados por unos carroñeros y la familia Malfoy-Black-Lestrange, gracias a aquello descubrieron en paradero de otro de los pedazos de alma de Lord Voldemort, pero el precio fue una tormentosa maldición en su brazo, la cual consistía en hacerla recordar aquella noche casi a diario, el dolor que sintió cuando su piel fue marcada como la de una res, la hacía recordar las voces diciendo esas dos palabras en voz alta, las que sabía pronto serían pronunciada nuevamente en los pasillos de su añorado Hogwarts, pero lo peor era la cicatriz, aquellas palabras mágicamente gravadas en su piel con la peor de las magias, la del odio, jamás desaparecerían, ya había intentado con remedios mágicos y muggles, diversos medimagos... Había llegado al extremo de quemarse o cortarse la piel dónde se hallaba, pero nada daba resultado, aquellas palabras seguían marcadas a fuego y lágrimas en su piel y aunque ya había entendido tras meses que nunca desaparecerían, aún seguía intentando borrarlas, bien por frustración o bien por no sentirse tan inútil.
Todo había cambiado tanto en cuestión de dos escasos años, poco quedaba de aquella Hermione vital y alegre, respetuosa de las normas y leyes. Es más, parecía que la habían cambiado por otra totalmente distinta, una Hermione apesadumbrada que pasaba el día lamentándose de sí misma por las esquinas... Si tan solo supiera como salir del bache.
Pero ahora mismo su estómago no deseaba salir de ningún bache, saltarse el desayuno se notaba y mientras se secaba el cabello, rezaba interiormente porque no tardaran mucho en servir el almuerzo.

En el próximo capítulo...
<<-¿Qué ocurre, sangre sucia?- Su voz era grave, profunda y sensual, aunque su tono era igual de cortante y burlón que siempre.
-Si no fuera por tus gestos no creería que fueras tú, Malfoy.>>


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