lunes, 23 de abril de 2012

Capítulo 3: Rechazo (Si es que alguna...).

En el capítulo anterior...
<<Lo peor era la cicatriz, aquellas palabras mágicamente grabadas en su piel con la peor de las magias, la del odio, jamás desaparecerían.>>

Capítulo 3: Rechazo.

El sol aquel día de finales de verano era tan cálido que le producía un cierto cosquilleo en la piel, esto hacía que sus doradas mejillas se vieran levemente sonrosadas, consiguiendo que su piel del color del champán se viera especialmente bien, acentuando sus ojos de un intenso y oscuro azul aguamarina. Eran como dos sólidos pedazos de lapislázuli veteados de verde, los cuales hacían un agradable contraste con su corto y oscuro cabello, el cual lucía peinado de forma casual, dejando que algunos cortos mechones formaran unas agradables hondas de color chocolate que cuando la luz del sol tocaba se volvieran cercanos al dorado, de un agradable tono caramelo. Sonrió de forma engreída y soberbia cuando vio a aquella joven frente a él, con la boca abierta al punto de casi desencajar su mandíbula y con una mezcla de suficiencia, orgullo, sorpresa y... ¿Deseo? En sus ojos castaños.
-¿Qué ocurre, sangre sucia?- Su voz era grave, profunda y sensual, aunque su tono era igual de cortante y burlón que siempre.
-Si no fuera por tus gestos no creería que fueras tú, Malfoy.
-Ni la mejor de las pociones borrará mi magnificencia- respondió.
-Entonces admites que mi poción es de las mejores- contraatacó la joven con una sonrisa reluciente.
-Ni sueñes que llegue a pensar eso de algo que a pasado por tus manos, asquerosa sangre sucia, porque todo lo que está cerca de ti está contaminado.
-Vete a la mierda, Malfoy- contestó digna y tras una mueca de desprecio y asco, tan similar a la del joven que parecía estuvieran jugando al juego del espejo, se giró sobre sus tobillos para luego desaparecer, dejando al joven dónde había estado, tumbado sobre la hierba cerca del lago, sintiendo la brisa en su cuerpo, el sol sobre sus párpados ahora cerrados, el rumor del agua en la orilla... Y el leve temblor de su mano izquierda.

-Realmente no puedo creer que ese cerdo viva con nosotros, es repugnante- comentó la rubia perfecta de Hufflepuff.
-Tranquila Tina, apenas ha estado en la sala, ni si quiera vino a dormir, tampoco a desayunar o comer. Ni a cenar. Si no fuera porque ayer lo vimos, no creería que estuviera en Hogwarts.
-Pues está, para nuestra desgracia ese maldito mal nacido está en Hogwarts y no en Azkaban- volvió a comentar la rubia.
-¿Sabéis que su abogado a citado a Harry Potter como testigo de la defensa?- siguió la conversación nuevamente el prefecto de Ravenclaw.
-Lo sé, a mi también me ha mandado una citación...- dijo Hermione, haciendo que tanto Tina como Alex se giraran con el rostro en una mueca de espanto.- Obviamente no pienso acudir, pienso que ese mortifago merece el peor de los castigos, como por ejemplo el beso del dementor- siguió la joven con ira en la voz... Tanta que heló la sangre del muchacho rubio que entraba por el retrato.
-Siento seguir respirando, escoria. Si hubiese sabido que mi abogado iba a tirar de una impura como tú, jamás le hubiese contratado- prosiguió el joven, intentando disimular el dolor de su voz.- Es más, mañana mismo le despediré, ahora, si me disculpáis- dijo con una mueca de asco en el rostro-, me voy a dormir para que podáis seguir hablando de cómo debería pasar el resto de mi vida con mis huesos pudriéndose en Azkaban o mejor, como deberían comerme los gusanos en el cementerio.
Todos en la sala mantuvieron la respiración ante el pequeño discurso de Draco Malfoy, el cual tuvo su culminación con un sonorísimo portazo proveniente de su habitación compartida.. Nadie volvió a hablar durante una media hora aproximadamente, no por pena o compasión por el muchacho, si no por vergüenza al ser pillados revelando aquellos pensamientos más propios de serpientes que de ellos. Aunque una parte de Hermione comprendía ahora perfectamente la idea de Albus Dumblendore, porque si ella que era una leona y a la que todos tenían por una persona íntegra había sido capaz de desear algo tan terrible en voz alta... ¿Qué no le desearían sus despiadados y acorralados compañeros de Slytherin? Seguramente era tan terrible que escapaba a su despierta imaginación. Tan metida estaba en sus pensamientos que apenas pudo asentir cuando su compañera Tina se despidió para ir a dormir y por la cara de Alex, este deseaba lo mismo.
-¿Por qué no duermes Alex?
-No quiero estar en esa habitación, quién sabe qué puede hacerme mientras d uermo... No podría pegar ojo- argumentó el joven con apariencia nerviosa.
-Si a Tina no le importa puedes dormir en mi cama, no tengo sueño, quiero leer y sabes que podría hacerlo durante toda la noche- sugirió la joven Gryffindor son una sonrisa amable.
-Eres un cielo Hermione, gracias, si quieres dormir despiértame y te cedo tu cama ¿De acuerdo?- Y sin esperar una respuesta se perdió camino al dormitorio.
Hermione no tenía intención de entrar aquella noche en su habitación, se sentía demasiado ¿Nerviosa? Como para poder fundirse en los brazos de Morfeo y eso no era todo lo que le impedía dormir, el recuerdo de la noche anterior la avergonzaba y perseguía de forma permanente, sintiéndose tan angustiada que no pudo evitar caer en manos de su vicio más secreto: El tabaco.
Ella jamás había fumando, pero una noche aquel verano, agotada y nerviosa tomó un cigarrillo de su padre y encontró en él un calor y una tranquilidad que solo la nicotina era capaz de dar.
-Yo que tú no haría eso- contestó una voz a sus espaldas-. Apestarás toda la sala común.

En el próximo capítulo...
<<-Veo que la guerra ha hecho maravillas contigo, te has vuelto ingeniosa y afilada, has desarrollado una lengua bífida digna de la víbora que ahora eres... Lástima que tu sangre podrida eche a perder tus logros. >>

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